lunes, 1 de marzo de 2010

Hoy me acordé de Vic Chesnutt


Hoy me acordé de Vic Chesnutt
Hugo Cabrera/Subterráneos

Vic nació un 12 de diciembre de 1964 en Jacksonville Florida, un accidente automovilístico le confinó a una silla de rueda y lo dejó con movilidad mínima en sus manos. Vic Chesnutt se reinventó y tuvo como herramienta la música para contarnos historias reflexivas, melancólicas, existenciales, en estilo muy cercano al Folk.

Noticias en un diario
El pasado fin de semana mientras caminaba por la ciudad leyendo un diario, me encontré tres notas periodísticas que llamaron mi atención: Una hablaba del alto porcentaje de muertes en accidentes de tráfico, protagonizados en su mayoría por jóvenes que regresaban a su casa después de una fiesta. La segunda nota hablaba sobre una manifestación de enfermos terminales a través de internet, exponían su dolor ante alguna enfermedad y su deseo de que se les asistiera para morir dignamente. Una nota más hablaba de la ignorancia en la población sobre el rol de un psicólogo; decía que en México hay la creencia de que ir con el psicólogo significaba obtener el diagnóstico de locura, ignorando que podrían tener herramientas conductuales para sobreponerse a situaciones emocionales adversas.

Los encabezados de esas notas eran los siguientes:
Fallecen jóvenes de preparatoria al volcar su automóvil.
Enfermos terminales piden morir dignamente.
Mexicanos para que es un psicólogo.

El suicido de Vic Chesnutt
El cuerpo de Vic Chesnutt fue encontrado la mañana del 25 de diciembre del pasado 2009, inerte sobre su silla de ruedas. Había consumido una sobredosis de relajantes musculares. Una carta escrita en el twitter, enviada por su amiga Kristin Hersh, mencionaba lo siguiente:

Fue sobrehumano de lo que este hombre fue capaz. Vic era brillante, divertido y necesario. Desarrolló un estilo guitarrístico que le permitía tocar el bajo, la rítmica y la solista en la misma canción, con sólo mover dos dedos. Su ágil coordinación era inimitable, su poesía impermeable a las influencias. Era mi mejor amigo. Nunca vi la silla de ruedas, era invisible a mis ojos, pero para él no. Cuando para acceder a nuestro camerino había que subir una escaleras, el oportunamente me decía que nos encontraríamos en el mar. Cuando contraímos la misma enfermedad, le dije que era el peor dolor que había sentido, pero él me dijo yo ya no siento dolor. Cuando le invité a dar un paseo bajo la lluvia el me contestó que sus manos se mojarían. Estando en el escenario con él, le pedí una canción y me respondió: estos dedos no trabaja hoy. Vic era inexpugnable, enorme y maravilloso, pero creo que el se veía a sí mismo como pequeño, roto, y triste…

El sistema de pensiones norteamericano había pegado fuerte en la economía de Vic. Debía 50 mil dólares en medicinas, la movilidad de los dos dedos con los cuales ejecutaba su guitarra estaba perdida. Vic optó por irse de aquí, dejando sus historias, su música, su capacidad por reinventarse después de un accidente humano. Lo hizo desde los 18 años hasta los 45, a pesar de creerse solo.

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