lunes, 9 de noviembre de 2009

Liberando el libido interno o la mercadotecnia en la sexualidad de la mujer


Raúl Rivera / Subterráneos

Cada que abrimos nuestro correo, de vez en cuando nos encontramos con anuncios de los clásicos condones, en televisión incluso es común verlos en horarios familiares.

En una nota colombiana de un renombrado periódico se dijo que se ganan 70 mil millones de pesos en productos para la disfunción eréctil y otros medicamentos para mejorar su desempeño sexual, indicaron los empresarios del sector. Los consumidores buscan cada vez más este tipo de productos para mejorar su calidad de vida en materia de desempeño sexual, al punto de que fueron incluidos recientemente en la canasta básica analizada periódicamente por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) para presentar indicadores económicos.

La mayoría de productos eróticos van destinados a los hombres, pero poco a poco, de forma tímida y lenta, las mujeres se colocan como consumidoras recurrentes.

Actualmente la mujer se encuentra invadida por un sistemático remolino de propuestas, que en su mayoría nada tiene que ver con su verdadera búsqueda emocional y racional, sino con la adquisición de productos. El malestar es innato al ser humano, pero la vida cotidiana en las ciudades de nuestros días, el paradigma de ser mujer en la sociedad actual y su prototipo femenino, ha creado un inédito instrumento de consenso y confusión: la televisión (en particular las telenovelas) y la comunicación mediática, incluido el cine.

Así entran al mundo cotidiano los juguetes sexuales, que bien son una manera personal de entrar en el autoerotismo, también implican un principio de contradicción con las luchas feministas de los años 80, en que las mujeres se aliaron con los grupos de derecha para suprimir la industria del sexo controlada por los hombres.

El uso del término dildo como objeto sexual aparece por primera vez en el lenguaje inglés durante el siglo XVII, en las obras de teatro El alquimista de Ben Johnson y El cuento de invierno de William Shakespeare. El dildo, como lo conocemos hoy en día, en el siglo XIX hubiera sido una herejía. En un principio este artilugio era utilizado por los doctores para controlar la calentura de las mujeres, esto literalmente, era una especie de antídoto, por llamarlo de alguna manera. Tiempo después se usó como juguete sexual, pero su referencia más antigua la encontramos en los ritos de fertilidad a la diosa Astarté en su templo en la ciudad de Roma; su referencia más curiosa nos la da Petronio en su obra El Satiricon, en el que se habla de un artilugio con usos didácticos; se le daba a las niñas que recién comenzaban a menstruar para enseñarlas a realizar el sexo oral.

Otros objetos son Los vibradores, dispositivos previstos para estimular los nervios del cuerpo. Los vibradores se crearon como remedio curativo de lo que en la época victoriana se conocía como histeria femenina. Las mujeres los utilizan mayormente para estimularse el clítoris, para lo que se crearon modelos diseñados con ese propósito exclusivo. Otros son Las bolas chinas, son de metal, huecas, dentro de ellas hay unas bolas más pequeñas. Se insertan vaginalmente y se pueden emplear dentro de la vagina durante un largo período de tiempo. El balanceo interno que se realiza cuando la mujer se mueve sirve para realizar los orgasmos.

Pero como dijimos al principio, éstos sólo cumplen con los estereotipos de lo ideal para alcanzar el placer sexual, la última decisión queda a la mujer, el placer bien puede ser alcanzado con una simple masturbación.

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