jueves, 20 de octubre de 2011

No todo lo que brilla es oro, ni todas las quimeras son atractivas.

Quimeras

Liliana Carral

 No todo lo que brilla es oro, ni todas las quimeras son atractivas.



Kino


Existe un momento en la carrera de todo músico en donde la necesidad de explorar otros horizontes es tan evidente que no queda más remedio que dar la vuelta a la página e iniciar un nuevo capítulo. Este proceso de renovación es un fenómeno digno de analizar, pues para algunos artistas puede tomar varios años de transición hasta que encuentran el sonido que tanto andaban buscando, mientras otros músicos son más arriesgados y el cambio lo hacen de un disco para otro, algunas veces con resultados muy alentadores y otras veces con tremendos fracasos sonoros.

Como quiera que se den estos cambios, la tendencia dentro de la música experimental es a crear discos más artísticos, con mayor complejidad y más difíciles de digerir para el escucha promedio. Sin embargo, me pregunto si esto siempre tiene que ser una regla a seguir para asegurarnos que el artista realmente ha progresado, o para constatar que la obra realmente tiene validez artística con respecto a sus antecesoras.

Si un grupo de rock empieza a hacer música más progresiva casi de inmediato surge la ovación y el séquito de críticos musicales se atasca con verborrea halagadora y mamona, como si el incorporar un par de arreglos con cítaras o flautas fuera una gran evolución. Me pregunto si los críticos musicales – que al final también somos fans –no seremos víctimas de nuestro propio fanatismo y de nuestra predisposición hacia cierto tipo de sonidos.

Para ilustrar esta situación voy a hablar de un par de discos y la reacción que ha generado cada uno de ellos entre sus fans. Ambos discos dentro del género metal, con reminiscencias del sonido setentero y con una notoria tendencia a dejar de lado las voces guturales y la estridencia en favor de una musicalidad más orientada hacia el rock clásico.

 



Heritage de Opeth

El primero de ellos el estupendo Heritage de Opeth, disco que ha sido aclamado por tirios y troyanos como un gran avance en la carrera del grupo sueco que se aleja del metal para hacer un disco puramente progresivo con una clara influencia de la música psicodélica y del jazz. Un disco que es un parteaguas en la historia de Opeth y que sin duda puede estar en la lista de los mejores discos del año.



The Hunter

El segundo es el nuevo disco de Mastodon, titulado The Hunter, y que ha causado una especie de decepción entre los fervientes fans de la banda por tener un sonido más accesible y menos progresivo de lo que se esperaban después del monumental Crack The Sky. Sin embargo, ¿qué tan justas son las críticas para con la obra? ¿Qué tanto no son resultado de nuestras expectativas sobre lo que DEBE ser un buen disco? Pues bien querido lector, a mí me parece que ambos discos son excelentes, cada uno en su faceta y con su musicalidad bien definida.

 

Sin embargo, mientras mi apreciación musical valora a ambos como buenos discos, el aspecto emocional me traiciona y debo decir que con toda su majestuosidad el Heritage de Opeth me pareció aburridísimo. No demerito absolutamente la obra pues es un disco redondo en muchos sentidos, pero para mí resultó predecible pues básicamente es algo que ya le había escuchado hacer a bandas legendarias y eso ya no lo hace tan interesante como la crítica me lo ha querido vender. Sin duda Mikael Akerfeldt es un gran compositor y este alejamiento del metal le permitirá desarrollar una faceta más madura y creativa, pero simplemente I don’t buy it!

Tal vez en su siguiente disco me atasque los dedos con halagos hacia su persona, su música y su propuesta, pero mientras tanto he de decirlo: no me atrapó. ¿Es un mal disco? No, pero a veces los grandes discos no tienen por qué gustarte.

Por otra parte, The Hunter no es el mejor disco de Mastodon, pero su simpleza y consistencia me terminaron atrapando. He de decir que la primera vez que lo escuché no me gustó del todo, pero conforme fui escuchándolo más veces terminó por convencerme y es curioso que este es el primer disco no conceptual de Mastodon en más de 10 años; es un disco emocional, sencillo, directo, sin riffs pomposos y con vocales más limpias, setentero y sin duda el más accesible de su carrera. ¿Es un gran disco? Quizás no, pero a veces no necesitas hacer algo monumental y sumamente complejo para crear quimeras mentales.

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