lunes, 19 de septiembre de 2011

Suave como el peligro

 

En contra de los talibanes musicales

 

Juan Carlos Hidalgo

 

Siempre que hablamos de música, la situación en lo particular de México es un asunto complejo, no sólo por la estandarización que pretende imponer la industria comercial –una especie de pensamiento único musical- sino porque el país en sí mismo posee una riqueza enorme que lo llena de ritmos, géneros y estilos. Y es que no se trata de que un tipo de música sea mejor que otra; cada tradición produce buena y mala música.

 

Lo peor es que suelen existir rockeros radicales (aunque también hay Talibanes en los demás ámbitos) que quisieran establecer su preferencia particular como la música que debía imperar en el país (y es que imperar viene de imperio –absoluta dominación-). Lamento decirles a todos ellos que esa es una batalla perdida. No lo han entendido tampoco aquellos que abogan por la música clásica o de concierto. Nunca seremos Austria, como tampoco podemos equipararnos con Inglaterra, en términos de rock.

 

Esto es oportuno para subrayar la importancia de una diversidad cultural y musical que parta de un gusto formado y una capacidad de juicio y análisis; cosas que por supuesto no existen, y que inciden en que la oferta de la más baja estofa sea la que se termine imponiendo. Los perpetradores de este tipo de cosas (Rebelde, OV7, etcétera) no toman en cuenta la calidad, más bien venden imagen, pésimas voces y formatos repetitivos que son sublimados por el aparato mediático.

 

Es importante recalcar que es gozoso que exista pop, folklore, ópera y por supuesto rock, vanguardia y electrónica, pero lo es más que tengamos la capacidad para apreciar sus propuestas y aquilatar sus resultados y elementos. No se trata de cambiar el sombrero de mariachi por los estoperoles, ni desaparecer las guayaberas por los trajes fosforescentes propios del rave.

 

En el modelo informático de la sociedad actual, el flujo de información es tan grande que las posibilidades de acceder a tipos distintos de música son prácticamente infinitas. No sorprende por ello el interés por la música balcánica y gitana que se ha dado recientemente en nuestro país. Hasta Madonna ha volteado hacia la Europa oriental. No es raro pues que tengamos en casa a grupos como Polka Madre o La Sonora Balkanera. Si nos asomamos a los sonidos del pasado del norte mexicano, habremos de encontrar que ya años atrás existían aquí versiones de mazurkas, fanfarrias y polkas. Ya se ha dicho mucho sobre el origen europeo de la música de mariachi.

 

Pero también están allí los sonidos procedentes de la tercera raíz: la negritud. El son –ya sea jarocho o huasteco- también es una vía interesantísima y llena de vitalidad. Recientemente en Afrodiáspora (Luaka Bop, 2011), la inmensa peruana Susana Baca dio cuenta de las distintas expresiones de la música negra a lo largo y ancho del territorio hispanoamericano y algunos anexos (donde también hay negros aunque no sean hispanoparlantes). La recién nombrada Ministra de Cultura de su país nos regaló una reinterpretación muy particular de “La bamba”.

 

Así que entre veteranos como Mono Blanco, Sonex o Los leones de la sierra de Xichú, ya podemos sumar a muchos talentos emergentes, que como los veracruzanos de La manta, vienen abriéndose camino con una manera muy actual de entender la fusión.

 

Insistamos en que nuestro tablero musical es muy grande. Mucho está dando de que hablar un norteño como Juan Cirerol dando un nuevo uso a un género tan peculiar como lo es el corrido e inyectándole una actitud punk y una lírica retadora de marcado tono urbano. De golpe puede sonar extraño encontrarnos a un joven acompañado sólo con su guitarra cronicando la vida en el norte del país de una manera completamente distinta a como lo hacen la gente de la onda grupera o los expertos en narcorridos.

 

Aunque en los últimos meses parece ser que la cumbia electrónica ha acaparado espacios y atención, digamos que no desplaza a lo que se impone en el mainstream rockero. Digamos Zoe, Enjambre y Hello Seahorse. Pero lo cierto es que en festivales cada vez hay más tolerancia para propuestas como las de Kumbia Queers, Afrodita, Sonido Changorama, Toy Selectah, Sonidero Nacional, o la expresión más polémica de entreverar lo grupero y el rock pop: Agrupación Cariño, sin descartar al provocador del high energy salvaje: Silverio.

 

Es impresionante la aceptación que va teniendo Nortec entre un público más cercano por un lado al pop y por otro a la electrónica más comercial (de la escuela +nescafe). En su hacer, las sonoridades procedentes de las bandas norteñas y la tambora obtiene una dimensión distinta. ¿Alguien recuerda que el Zócalo capitalino recibió el año 2000 con su propuesta?

 

Por diversidad no paramos, quizá en el futuro lo que necesitemos es enfrentar los procesos de mixtura con más valor. A lo huasteco le falta el arrojo electrónico, a los rockeros el interés por conocer otras tradiciones, y a todos en general, el uso y difusión de las lenguas indígenas, más allá del conservadurismo folk. Habrá que checar por ejemplo, como es que Jaramar se ha actualizado en Fiestas privadas (Disco Intolerancia, 2011), su disco más reciente.

 

Pero antes que todo ello suceda, primero debemos formar un frente común para dejar en claro que ningún tipo de música debe primar como elemento dominante o institucional. No son tiempos para alentar el fascismo musical, todo lo contrario. El futuro nos lleva a entreverarnos con sonidos que verdaderamente nos confirmen como habitantes de una aldea global. No olvidemos poner un hasta aquí a los Talibanes musicales, porque de esta manera garantizaremos que nuestro porvenir será intensamente apasionante.

 

 

 

Se le puede hallar en: http://Cabaretdegalaxias.blogspot.com

 

Contacto: circozonico@hotmail.com

 

 

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