jueves, 15 de septiembre de 2011

¡Visça la Catalunya musical!



¡Visça la Catalunya musical!

Juan Carlos Hidalgo
* Las canciones en catalán en su mejor momento en 20 años

No debe sonar a regaño, pero debemos aceptar que nuestro consumo musical está determinado mayormente por la oferta anglosajona —Estados Unidos e Inglaterra imponen su ley. Aunado a ello habríamos de consignar el bajo nivel de muchas de las producciones nacionales; especialmente las creadas artificialmente para alimentar el circuito comercial —carentes de contenido y sólo sostenidas por la imagen.

Cierto es que nuestro tiempo corre en banda ancha y que nos hemos abocado a experimentar a plenitud la red, pero también es innegable que la apertura a expresiones musicales procedentes de culturas distintas apenas y es parte de un proceso gradual, que lenta y progresivamente se viene desarrollando.

Hemos puesto interés a la escena canadiense —merced el fenómeno Arcade FIRE—, pero plantear otro ejemplo, poco seguimos a la música francesa —de larga y elegante estirpe— o a la andanada de propuestas generadas por los países escandinavos —que son de los más interesante según la prensa europea. Como hispanoparlantes que somos también debemos reconocer que se ha perdido el vínculo con España. Vamos, no es que se ignore del todo lo que se está moviendo en la península ibérica, pero lo que llega es una parte minúscula de un entorno que ha venido creciendo no sólo en cantidad sino también en calidad. No le ponemos tanta atención como en aquellos momentos del Rock en tu idioma, por citar un aspecto.

En los últimos años, el despliegue plástico y dinámico de un equipo de fútbol como el Barcelona lo opaca casi todo en España, incluso a su selección campeona del mundo, a un tenista tan dominante como Nadal y lo que venga. También cuando nos referimos a la ciudad condal existe un reciente pero sólido vínculo con el mundo del cine. De allí han saludo Biutiful, Vicky Cristina Barcelona y otras muchas cintas. Gran parte del celuloide contemporáneo se ha dejado seducir por esta urbe mediterránea.

Pero poca atención se le ha puesto a una serie de artistas que están utilizado al catalán como vehículo para sus letras. De este lado del charco solíamos quedarnos con la parte del rock mestizo en la que militan Macaco, Ojos de Brujo, Muchachito Bombo Infierno, Amparanoia y La troba Kung fu, entre otros, y que allá etiquetan con el calificativo de “buen rollito”.

Recientemente, se ha dejado venir una nueva camada de creadores que recurren al catalán más por tratarse de su lengua de uso corriente que por agregados políticos, pero en la práctica también resulta que alimentan diversas polémicas socio-culturales. Por más que digan que sólo hacen música no pueden abstraerse de las implicaciones del espíritu independentista de la región.

Las autoridades de la Generalitat mucho han hecho por la autonomía catalana. Han impulsado su economía, sistema de vida, usos y costumbres, y especialmente sus expresiones artísticas. Con ello han contribuido para que la canción hecha en catalán alcance uno de los niveles más altos de popularidad en el resto de España; algo que no ocurría desde los mejores tiempos de Joan Manuel Serrat.

Casi dos décadas han pasado para que un grupo que canta en dicho idioma se montara a la cima de las listas de popularidad y venta de discos. Lo ha hecho Manel con su álbum10 milles per veure una bona armadura, en el que el pop convive gozosamente con el folk.

Se trata del éxito de una banda perteneciente a una generación que se distancia estética y conceptualmente de las bandas que caracterizaron al rock catalán en décadas pasadas, como lo eran Sopa de cabra y Els Pets. Ellos prefieren destacar el legado de cantautores de más viejo cuño, entre los que se cuentan Pau Riba y Jaime Sisa (han dicho que prefieren saltarse a sus padres y reverenciar a los abuelos).

Manel ha venido ha fortalecer lo hecho por Antònia Font y Mishima, los dos antecedentes inmediatos de mayor calado. De hecho, los primeros proceden de Palma de Mallorca, donde se habla una variante regional del catalán y que ya van por su séptimo disco. Lamparetes (2011) es una obra de exquisita belleza en la que sigue aflorando una especie de surrealismo doméstico. El grupo puede sonar tan energético como Mogwai y luego hacer una pieza lenta con arreglos de cuerda. “Clint Eastwood” es una canción chispeante, contagiosa y llena de vida.

Pero para poder hablar de toda una andanada hay que sumar nombres. Y por supuesto que existen. Allí están El Petit de Cal Eril, Mazoni, Els Amic de les Arts, Animic, Sedaiós, Fred i Son y Cabo San Roque, para mencionar a algunos de los de mayor proyección.

Es importante señalar que todos ellos cuentan con un estimulo muy interesante aplicado por la Generalitat. Cada uno recibe una cierta cantidad de dinero por cada canción compuesta en catalán y que queda debidamente registrada. Con ello se apoya a dicha lengua y se estimula el patrimonio cultural vivo.

La Cataluña de hoy no se queda con un sonido único o una postura en particular; si algo priva es la diversidad. Algo en lo que coincide David Carabén, cantante del grupo Mishima: “Nadie discute la abundancia de propuestas, pero no está tan claro que existan rasgos comunes entre ellas. A los grupos les une la sensibilidad indie, la visión de la música como compromiso personal, más allá del éxito, el háztelo tu mismo y el hecho de que el artista mande, no la discográfica ni el público”.

Evidentemente existe en ellos influencia del pop y el rock anglosajón, pero se amalgama con las raíces tradicionales y cierto toque mediterráneo. Existe una larga tradición de composición de canciones y una sonoridad muy suave y sedosa al momento de recurrir al catalán —que lo distingue de otros idiomas.

En su momento, lograron superar la persecución franquista —severa en contra de cultura y lengua— y años más tarde los prejuicios de organizadores ignorantes —se llegó a prohibirles cantar en festivales. Los artistas catalanes de hoy van a su aire, no llenan sus temas de consignas, disfrutan de un momento de apertura y expansión para sus expresiones. En el corto plazo se augura que las propuestas se sigan multiplicando; lo que no hace sino que broten las ganas de exclamar: ¡Visça la Catalunya músical!

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